Textos

2006. Theo Tegelaers. ARTE EN ZONAS PÚBLICAS

 
¿utopía, monstruo polifacético o proyecto social?

El Arte que en la primera mitad del siglo XX se ocupaba de la arquitectura y los espacios públicos, proveía nuevas formas de vida y tenía un carácter muy utópico. Estaba ligado a formas visionarias sobre la vida social e intentaba ponerse en servicio de la gente lo mejor posible. Tenemos por ejemplo el Monumento a la Tercera Internacional de Tatlin, alguien que estaba persuadido de que el arte debía tener una función y una finalidad primariamente sociales. El artista Constant diseñó la ciudad utópica Babilonia la Nueva, donde los hombres podrían vivir en una sociedad sin hambre, sin explotaciones, sin trabajo también, una sociedad pues donde toda persona podría desarrollar su creatividad completamente. Allí el hombre ya no tendría que trabajar, sino que los ciudadanos llevarían una existencia nómada siguiendo sus inclinaciones.


El situacionismo se situó en esa línea, y pretendía eliminar la frontera que separaba el arte de la vida. Auguraba una comunidad libre de burocracia, en una ciudad a la que darían forma las inclinaciones y los anhelos de sus habitantes, una ciudad dinámica y cambiante llena de poesía de sonidos, olores, gustos y colores.

Dos modelos importantes dentro de la tendencia situacionista son la "psicogeografía" y el "detournement". La psicogeografía consiste en replantear o "mapear" barrios, ciudades, cruces y redes según ciertos deseos o aspiraciones determinadas de antemano. Se daban paseos dejándose llevar figurada y a veces literalmente por el olfato, haciendo lo que se denominaba "dérive", ir a la deriva. Estos itinerarios urbanos sin rumbo hechos por personas en sintonía servían de base para renovar la cartografía. Wilfried Hou je Bek (véase socialfiction.org) explota estas teorías en la actualidad.

La aspiración de descubrir lo que hay de oculto en una ciudad, sin pretensiones ni prejuicios, sigue existiendo. Recorridos cuya finalidad es descubrir o redescubrir el espacio público, para destapar fenómenos sumergidos en dicho espacio, es lo que ha llevado a Social Fiction a comenzar su Proyecto Psicogeográfico.


Por "détournement" (despiste) se entiende la tergiversación de textos, obras de arte y composiciones preexistentes. La distorsión de textos, imágenes y mensajes comerciales y mediáticos produce confusión en la cultura y en la sociedad.

También esta táctica tienen su variante contemporánea, llamada culture jamming, el reordenamiento de datos e imágenes. Quienes diseñan pegatinas usan métodos con el mismo punto de partida: manipulan códigos, eslóganes y logotipos para despistar al ciudadano normal.

Por eso dice Wilfried Hou Je Bek que la culture jamming es una estrategia del márketing.


La elección del arte en espacios públicos ha estado durante muchos años (desde los setenta) en manos de expertos y entendidos; así se evitaba que la opinión pública pudiera jugar un papel decisivo en ella. Al contrario, el arte servía para elevar e ilustrar al pueblo.

Esta política ha resultado en un arte público que a menudo se pliega a las exigencias de su entorno, donde da una impresión de impotencia, como si gritase que el arte es un medio incapaz de cambiar la realidad.

Además, las obras artísticas que están ligadas a la arquitectura o a grupos concretos sociales o culturales, y por tanto hacen caso omiso de los demás, tienden a favorecer la privatización del dominio público.


Actualmente observamos muchas situaciones donde se invita al artista a utilizar su capacidad artística sin que por ello pueda rozar el ámbito del poder.

Se espera del artista que analice el entorno, que presente su análisis y que piense en términos de resolver problemas: a menudo se troca la capacidad plástica y visual por las capacidades conceptuales y organizativas del artista. En tales casos los procesos sociales forman parte del trabajo y son una manera de satisfacer los deseos de la población y de formular una finalidad común.

Con este simulacro de proceso co-decisorio y aprovechando la voluntad de ponerse de acuerdo, se hace al público cómplice de resolver asuntos espaciales y urbanísticos por medio de proyectos artísticos. El resultado son a menudo interacciones pacatas, que desembocan en muy poco arte.

Habría que preguntarse si los artistas deben participar en los procesos decisorios o si deben abstenerse de ello. Porque el deseo de que el arte forme parte integrante de la sociedad en conjunto, y de que la obra artística sea un resultado de tipo creativo de determinados procesos sociales, despoja al arte del carácter independiente y descomprometido que le es propio. La fuerza del arte se esconde precisamente en lo inesperado e irracional.


En otros proyectos se procura provocar experiencias "auténticas". Lo cual a menudo conduce a adornar el entorno, a hacerlo más bonito, dado que es imposible darle a todo transeúnte y en cualquier momento del día, una experiencia "auténtica". El deseo de los promotores es más bien darle cierta autenticidad al entorno. Se les pide a los artistas que revelen originalidad en un entorno que carece ya de toda naturalidad. Por eso, solicitar una "auténtica experiencia" no parece sincero. Dentro de esta realidad no hay lugar para una naturaleza propiamente dicha, la cual se considera inmanejable en la comunidad factible que pretendemos alcanzar. Con lo cual y efectivamente, hemos desterrado la fe en la autenticidad.


¿Debe el arte moverse en el terreno de lo real y debe pues dirigirse a la autoridad, a los gobernantes? ¿No es precisamente esta realidad preexistente lo que estorba los planes renovadores y los experimentos con el espacio público? ¿Y no es el precio de ello la realidad soñada, no nos hace prescindir de visiones futuristas? ¿O debe primar el público? Porque el espacio público es el espacio del público. Pero la obra artística hecha para "el público" presupone que existe “un público” homogéneo, mientras que lo que llamamos "el público" es más bien un conglomerado variopinto de grupos sociales y étnicos con intereses y deseos contrapuestos.


En la tradición anglosajona, el "public art" deriva su derecho de existir de la interacción entre las autoridades y el público.

Según este patrón social, el arte no intenta lograr un consenso sino que expone al público contradicciones, conflictos y discusiones. Grupos distintos de personas organizan y financian "sus" obras, mostrando de esta manera "su" presencia en el espacio común y haciendo visible "su" postura cultural o social.


Esta forma de pensar resulta en "community art" o proyectos en los que la autoorganización juega un papel importante. También aquí se juntan factores como urbanismo, movimientos sociales y artes plásticas, y la cuestión de cuándo la actividad de algunos individuos empieza a formar parte del espacio común y del ambiente urbano, no se plantea a nivel administrativo sino que los interesados la traducen directamente a actos concretos.

A menudo se trata de actividades sociales marginalizadas y de fenómenos que se escapan a las limitaciones de la normativa sobre los espacios públicos.

Estos proyectos surgen de la necesidad de querer implicarse en el aspecto actual y futuro de la propia urbe; del deseo de sentirse seguro y amparado, de adecentar áreas comunes degradadas y de incrementar la autoestima de un barrio o vecindad. Si el arte no se responsabiliza él mismo de las cuestiones sociales y económicas, las cuales a menudo tienen mucha influencia en la forma de urbanizar una zona, las decisiones sobre dichas cuestiones seguirán en manos de las autoridades que estén en ese momento en el poder; en cuyo caso, e incluso aunque las autoridades tengan buena voluntad, los intereses creados y el pensar a corto plazo pueden causar un resultado pésimo.


El arte era -y sigue siendo- algo que ofrecen las autoridades pero demasiado a menudo sin hacer caso de las necesidades urbanas y ninguneando al público. Sólo el arte explícitamente implicado con el espacio público y con los grupos sociales que forman juntos la comunidad, merece llamarse "arte público".


Termino con palabras del artista holandés Marc Bijl:

«Tenéis en las manos las normas del espacio público. Procura no perturbar este espacio.»

«Trata bien a los demás en esta zona o peléate con ellos: tú verás lo que haces. Es sitio de todos, es una jungla libre. Cuídala y cuídate tú.»


Theo Tegelaers
Conservador y asesor de proyectos artísticos.

Referencias:
Siebe Thissen, Over openbare kunst; 2004.
Jeroen Boomgaard, Kunst gevangen tussen authenticiteit en constructie; Open 4, 2003.

 

 

 

 

 

 

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